Sometámonos activamente a la autoridad… ¡sea buena o mala! (1 Pedro 2:18). Nuestra cultura no da valor a la sumisión, más bien promueve el individualismo. ¿Se somete usted deliberada y activamente a aquellos que Dios ha puesto como autoridades en su vida? Hacer esto es una buena manera de humillarse a sí mismo.
Aceptemos la corrección y la reacción de otros gentilmente (Proverbios 10:17; 12:1).
Aceptemos un lugar inferior (Proverbios 25:6–7). Si usted está deseando sentarse a la cabecera de la mesa, queriendo que los otros reconozcan su contribución, o se siente ofendido cuando otros son honrados o elegidos, es porque ha brotado el orgullo. Propóngase apoyar a aquellos que han sido elegidos en lugar suyo. Acepte y busque el lugar inferior; ¡es el lugar de la humildad!
Propongámonos asociarnos con personas de una condición inferior a la nuestra (Lucas 7:36–39). Los fariseos se burlaron de Jesús porque alternaba con los pobres y los de condición inferior. Nuestra cultura está demasiado preocupada con el estatus, y la gente naturalmente quiere alternar con personas que están en una condición más elevada. Resista la tentación de ser parcial con los que tienen un mayor estatus o más riqueza.
Tomemos la decisión de servir a otros (Filipenses 1:1–2; 2 Corintios 4:5; Mateo 7:36–39). Cuando servimos a otros estamos cumpliendo con el propósito que Dios tiene para la vida de ellos. Al hacerlo estamos quitando nuestros ojos de nosotros mismos y construyendo el Reino de Dios en lugar del Reino del ego. Cuando el servicio a otro no nos cuesta nada debemos preguntarnos si realmente estamos sirviendo o no.
Estemos siempre dispuestos a perdonar (Mateo 18:21–35). Posiblemente el perdón es uno de los mayores actos de humildad. Perdonar es reconocer que alguien nos ha hecho mal y renunciar a nuestro derecho a que ese mal sea reparado. El perdón es la negación del yo. El perdón consiste en no insistir en nuestra razón y nuestra justicia.
Cultivemos un corazón agradecido (1 Tesalonicenses 5:18). Mientras más desarrollamos una actitud de agradecimiento por el regalo de la salvación y la vida que Dios nos ha dado, más correcta es nuestra perspectiva del ego. Un corazón agradecido es un corazón humilde.
Propongámonos hablar bien de otros (Efesios 4:31–32). Decir cosas negativas de otras personas las pone “abajo” y a nosotros nos pone “arriba”. ¡Esta es una forma sutil de orgullo! Hablar bien de otros los edifica y los eleva. Sin embargo, asegúrese de que lo que usted dice no es mera adulación.
Tratemos al orgullo como algo que siempre necesita ser puesto al pié de la cruz (Lucas 9:23). El ser orgullosos forma parte de nuestra naturaleza, y lo que trae humildad es la naturaleza de Dios en nosotros. El fundamento de la verdadera humildad es comprometerse a morir diariamente al yo y a vivir por medio del poder de Dios.
Espero tomes en cuenta este mensaje y que Dios te bendiga y obtengas la victoria.
Fuente: Foro cristiano