Retengan lo que es bueno 1 Tes. 5.21

18/5/17

Eutanasia - Miguel Zandrino

HISTORIA DE LA EUTANASIA

Todas las culturas han desarrollado mecanismos para hacer frente a la muerte tratando de enfrentar el carácter brutal de esta. Así se instituyeron, desde los comienzos de la civilización, ritos que permitían, en cierta medida, "domesticar" a la muerte. Algunos de estos rituales eran claramente eutanásicos, es que la intención era siempre la atenuación del proceso de morir, por lo que para evitar el sufrimiento se solía acelerar dicho proceso. Los agentes de estas prácticas eran los propios familiares, chamanes o hechiceros.

El siglo V a. C. se señala como el comienzo de la medicina científica. Esta, también llamada medicina occidental, fue desde esos tempranos tiempos una ciencia eutanásica. Platón decía que los médicos debían atender sólo a los ciudadanos recuperables y en términos parecidos lo afirmó, siglos más tarde, Averroes expresando que, así como los médicos extirpan los miembros necrosados, deben encausar a la muerte a los miembros de la sociedad que son irrecuperables. Vista en este marco, también la inquisición fue netamente eutanásica. El primero en utilizar la palabra eutanasia fue Suetonio (s II) quien relata que Cesar Augusto deseaba para sí y para su familia una muerte sin padecimientos. Hasta fines del siglo XIX eutanasia significó el acto de morir pacíficamente y el arte médico de lograrlo. En el Renacimiento, Francis Bacon y Tomás Moro reafirman la idea de la eutanasia pasiva a través del desahucio y hasta la eutanasia activa cuando, a la incurabilidad, se le suman dolores y sufrimientos atroces. Más adelante será Karl Marx quien hable del tema en una tesis doctoral titulada De Euthanasia Medica. En 1920 Karl Binding y Alfred Hoche escriben El permiso para destruir vidas carentes de valor vital, incluyendo en esta categoría a enfermos mentales, retrasados y deformes. Este libro debe incluirse en el trasfondo del exterminio de 200.000 pacientes psiquiátricos y crónicos por el régimen nazi.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial tuvieron lugar profundos cambios en el campo del Derecho y se comienza a tener en cuenta la voluntad de los pacientes. Es así como surge el principio de Autonomía actualmente incorporado a la disciplina Bioética. Es por ello que la discusión actual de la eutanasia no tiene nada que ver con las prácticas realizadas en la antigua Esparta o en el III Reich. Estas no estaban determinadas por el interés del sujeto sino que se basaban en razones de orden social, político, religioso o ideológico. Actualmente no se duda en considerar dichos actos como meros homicidios. Surge entonces la pregunta ¿Es ético asistir a quien desea morir y solicita ayuda?. Los movimientos pro eutanasia, reclaman el reconocimiento del derecho que tiene una persona en estado terminal y con plena autonomía, a poder pedir que se acelere o no se impida el proceso de la muerte con el objeto de concluir con los sufrimientos de su enfermedad.

NECESIDAD DE UN LENGUAJE COMUN

Para realizar un análisis y establecer las bases de la discusión debemos precisar la terminología. Sólo así podremos acordar en qué puntos hay acuerdos y en cuál hay discrepancias. En la época actual hablamos de la Eutanasia relacionada con la autonomía del paciente por lo que generalmente no entra en el análisis la que denominamos involuntaria, que es aquella que se impone a un paciente sin respetar su autodeterminación. Acerca de esta práctica, existe un consenso en considerarla reprochable. Cosa muy distinta es la llamada Eutanasia Voluntaria, la que es solicitada por libre decisión de un individuo que se encuentra en una situación determinada, generalmente una enfermedad terminal, que le provoca sufrimientos y padecimientos intolerables. Es sobre ella que se plantea la más grande de las discusiones en el campo de la Etica y el Derecho, debiéndose distinguir tres situaciones distintas, que deben reconocerse pues ellas tienen real importancia a la hora de su valoración moral. De esta manera dentro de la forma voluntaria, consideramos una Eutanasia Activa, es decir aquella en la que se realiza un acto positivo que acelera el proceso o provoca la muerte, y en la cual se deben diferenciar una forma directa y cuya intensión es matar y otra denominada indirecta en la cual la intensión no es matar sino aliviar, aun sabiendo que el procedimiento puede acelerar el proceso de la muerte (teoría del doble efecto). Para algunos autores no es tan fácil hacer una distinción ética entre ambas situaciones.

Por otro lado está la Eutanasia pasiva, en la cual el acto es negativo, es decir, se omiten ciertas medidas terapéuticas para no prolongar la vida. Eticamente es equiparable a "dejar morir", cosa muy distinta a la de "matar". Esta actitud que se la está comenzando a designar con el término Ortotanasia, no pretende poner fin a la vida del paciente sino que permite la muerte "a su tiempo".

Debe evaluarse en el campo de la Eutanasia voluntaria, la cuestión del "suicidio asistido", en el cual el acto directo que lleva a la muerte lo ejecuta el propio paciente, pero el médico aporta o asesora sobre el procedimiento.

En estos problemas éticos vinculados al final de la vida, también debe ser considerada una actitud que se ha puesto de manifiesto entre los médicos desde la segunda mitad de este siglo, luego de haber aparecido los grandes avances tecnológicos en medicina y de contarse con los procedimientos de soporte vital o sustitución de funciones; y esto es lo que se ha denominado: encarnizamiento terapéutico. Unido a esto está, sin duda, la cultura de la muerte de nuestra sociedad, que ha llevado a una concepción muy generalizada, a partir de la cual aparece una resistencia a reconocer el límite vital del ser humano, lo que también hace pensar que es posible prolongar la vida indefinidamente. Esta percepción se encuentra también entre muchos profesionales médicos que actúan, en diversos casos terminales e irreversibles, como si esto fuera cierto. Al haberse perdido el concepto de pacientes desahuciados, algunos médicos pretenden utilizar, sin límite de tiempo, todos los elementos terapéuticos disponibles, logrando en muchos casos, sólo perturbar el proceso natural de la muerte en pacientes que no son recuperables y que terminan falleciendo, por este motivo, con mayores molestias y padecimientos. A esta actitud profesional, hoy se la denomina DISTANASIA y ha abierto un debate sobre los recursos terapéuticos que deben usarse en la fase terminal de la vida de una persona, con un criterio técnico y ético adecuados, sin dejar de lado la inmoralidad que significa dilapidar recursos escasos como son los de la Salud Pública.

Los movimientos pro eutanasia promueven una legislación que reconozca el derecho a la libre decisión de terminar con la propia vida en situaciones determinadas, y consecuentemente no sean punibles tanto las acciones negativas cuanto las positivas que contribuyan a este fin.

En otras palabras, la discusión actual pretende que se acepte la Eutanasia Activa en un paciente terminal, cuando este se encuentre en situación de sufrimientos intolerables y con plena competencia así lo solicite.

CONDICIONES DEL PEDIDO DE EUTANASIA

  • Enfermedad terminal.
  • Sufrimientos extremos.
  • Sin alternativas terapéuticas.
  • Paciente competente.
  • Sin condicionamientos o presiones externas.
  • Documentado.
  • Comprensión del pronóstico.
  • No deprimido.
  • Reiterado.
  • Puede ser revocado.

Entre estas posturas humanistas y nuestra convicción cristiana podemos hallar algunas coincidencias:

  • Humanizar el proceso de morir.
  • Evitar prolongaciones innecesarias del proceso de morir (agonía).
  • Es ética y legítima la Ortotanasia.
  • Rechazar el Encarnizamiento Terapéutico.
  • Considerar al paciente como protagonista.
  • Reconocer el derecho a morir en paz.

REFLEXION FINAL

En las últimas etapas de la vida, el hombre sufre la muerte laboral, el aislamiento familiar, la invalidez biológica y la enfermedad llevándolo a situaciones trágicas que a veces él mismo considera como peores que la propia muerte. en estos casos los pacientes suelen pedir la Eutanasia, no lo harían si vivieran de otro modo. Existen medios para ayudar: la compañía, la asistencia espiritual, la psicoterapia, los hospices, etc. Es probable que si se pusieran en práctica nadie pediría morir.

La alternativa cristiana a este dilema es la humanización de la muerte mediante una asistencia que integre lo afectivo, lo espiritual y lo psicológico, con una conducta médica basada en el respeto por la dignidad del paciente, incluida su voluntad, y la aceptación de los plazos que la naturaleza establece.

En la Biblia encontramos el fundamento ético para tal actitud. La vida biológica y temporal es un valor fundamental, pero no es absoluto y supremo. Tampoco la muerte es un mal absoluto. Siendo esto así, no hay una exigencia de prolongar la vida a toda costa, pero sí es exigible éticamente, el esfuerzo por humanizar el proceso de la muerte tratando de dar las respuestas adecuadas a las necesidades del paciente.

Dr. MIGUEL ANGEL ZANDRINO

Gafo, Javier, 10 palabras clave en Bioética, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1994.
Gracia, Diego, apuntes de clases.
Gracia, Diego, Fundamentos de Bioética, Eudema, Madrid, 1989.
Roa, Armando, Etica y Bioética, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1998.
Sayago, Roberto, apuntes de clases.
Sayago, Roberto, y Zandrino, Miguel, "Reflexiones sobre el marco para discutir la problemática del final de la vida", ETHICA, Revista del Consejo de Médicos de la prov. de Córdoba, N° 18, Julio 1996.

Thomasma, David, y Kushner, Thomasine, De la vida a la muerte. Ciencia y bioética, Cambridge University Press, Madrid, 1999.
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