Retengan lo que es bueno 1 Tes. 5.21

18/5/17

Sexualidad y la espiritualidad, una visión cristiana

Por Ricardo Zandrino

Breve historia de la Iglesia en relación a la sexualidad y la espiritualidad

Lamentablemente debemos admitir que en la Iglesia ha habido a través de los siglos un divorcio entre la sexualidad y la espiritualidad.
Hay dos errores que se instalan luego de la era apostólica como consecuencia de la filtración del pensamiento griego en la iglesia. Ellos son: en primer lugar que la afirmación de que el placer físico es malo, esto como fruto del pensamiento platónico que separaba el cuerpo del alma y que le asignaba al cuerpo una connotación negativa. La segunda afirmación fue que se debía preservar las relaciones sexuales sólo para la procreación.
Desde esa época comenzó a verse al placer sexual como enemigo de la vida espiritual.

San Agustín de Hipona, fue quien afectó negativamente en la iglesia a partir de sus escritos sobre la sexualidad en “La ciudad de Dios”. Debemos decir que Agustín vivió una vida licenciosa hasta su conversión y que luego tuvo una visión muy negativa sobre la sexualidad ya que identificaba a la sexualidad como pecaminosa pues la identificaba con la etapa de su juventud de su vida, sin alcanzar a ver que la sexualidad fue creada y está redimida ante los ojos de Dios.
San Agustín escribe en  “La ciudad de Dios” sobre “La vergüenza que acompaña a todo coito”, Mas adelante afirma: “la relación sexual dentro del matrimonio, si no tiene como meta engendrar hijos, es un pecado venial.”

La reforma protestante tuvo hacia la sexualidad una actitud de mayor aceptación. Pero les preocupaba la lujuria en un mundo caído, u por ello instaba a refrenar el deseo sexual tanto dentro como fuera del matrimonio.

Hay que reconocer que la iglesia no ha mantenido un concepto de exaltación de la sexualidad que encontramos en las Escrituras, habiendo empobrecido durante veinte siglos el erotismo exento de vergüenza que encontramos en los relatos de la creación y en el Cantar de los cantares. Se ha distorsionado y  negado el apoyo que el Nuevo Testamento da al sexo y al matrimonio.
Quizás la motivación más fuerte de la postura de la iglesia ante el tema de la sexualidad fue el temor a las desviaciones de la sexualidad. Pero nuevamente aquí debemos depositar nuestra confianza en que Dios es el que pone los límites al ser humano para controlar nuestras pasiones.
Dice Richard Foster sobre este tema. “La sexualidad es como un río caudaloso y profundo, bueno siempre que permanezca dentro del cauce apropiado, pero destructor en el momento que se desborda. Cuando el sexo rebasa las márgenes que Dios le ha puesto, también se convierte en algo destructivo; nuestra tarea consiste en definir, lo más claramente posible, los términos impuestos a nuestra sexualidad y hacer cuanto esté en nuestra mano por dirigir nuestras respuestas sexuales a esa caudalosa y profunda corriente.” (“Sexo, dinero y poder” p.90).
El rabino Harold Kushner también utiliza la imagen las muchas aguas para referirse a este tema, pero agrega un dato de vital importancia: que es Dios quien pone los límites. Dice: “Cuando el salmista alaba Dios por conducirlo junto a aguas de reposo, no sólo le agradece por proporcionarle agua fresca saciar su sed. Agradece a Dios por mantener las aguas tranquilas, por mantenerlas gobernables, menos amenazantes. Está agradeciendo a Dios por la bendición del autocontrol. El Dios que establece límites para las olas del mar; el Dios que prometió a Noé que la lluvia nunca más volvería a cubrir la tierra entera arrasando todas sus formas de vida, estableció límites para los impulsos turbulentos dentro de cada uno de nosotros, diciendo: hasta aquí llegarás y no más, y si no puedes detenerte, llámame y déjame ayudarte.” (“El Señor es mi pastor” p. 71).

Visión bíblica de la sexualidad y de la espiritualidad

En el libro de Génesis encontramos que el hombre y la mujer representan la culminación de la creación. En Génesis 1:27 leemos: “Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó.” (V.P.).
Encontramos aquí que la sexualidad está ligada a la Imago Dei. Juntos, varón y mujer, llegan a conformar una imagen más cabal de la imagen de Dios, porque Dios, siendo tres personas, es una, y el hombre y la mujer cuando se aman y se unen en matrimonio, siendo dos llegan a ser uno. Jesús lo afirma en Mateo 19:6 cuando dice: “Por eso, el hombre dejará a su padre  a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separa lo que Dios ha unido.”
La sexualidad del hombre y la mujer no es simplemente un accidente de la especie ni una mera forma conveniente de perpetuar la raza humana, sino algo central en nuestra verdadera humanidad a imagen de Dios. Existimos en una relación de hombre y mujer. El hecho de ser individuos sexuados, de tener la capacidad de amar y de ser amados está íntimamente ligado a nuestra creación a Imagen de Dios. Este sí que es un concepto elevado de la sexualidad y de la espiritualidad.
En Génesis 2:25 leemos: “Tanto el hombre como su mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza de estar así.”. Aquí encontramos una exaltación de la sexualidad humana. La desnudez aquí significa desnudez física y también de un conocimiento mutuo fruto de la apertura del uno al otro, de comunicación, de comunión, de complementación. ¡Qué excelente imagen de la integración de la sexualidad y de la espiritualidad!

El libro “El cantar de los cantares” expresa desde su primer poema hasta el último un canto al amor del hombre y la mujer.
En la introducción al libro de la Biblia “Dios habla hoy. Edición de estudio” dice: “La transparencia del lenguaje empleado deja pocas dudas acerca del sentido y la finalidad de estos cantos al amor humano. Sin embargo, la interpretación literal ha sido rechazada muchas veces, tanto por intérpretes judíos como cristianos. La razón aducida para fundamentar este rechazo es que en un libro sagrado como la Biblia no habría lugar para un conjunto de cantos profanos, dedicado exclusivamente a celebrar las excelencias de amor entre el hombre y la mujer. Esta objeción ha condicionado durante siglos la interpretación de “El cantar de los cantares”, pero es suficiente una simple observación para poner de manifiesto su inconsistencia. Porque basta con recorrer las primera páginas de la Biblia para descubrir que el amor y la sexualidad, además de ser un don de Dios, desempeñan un papel fundamental en la realización del plan divino sobre la creación. Según el primer capítulo del Génesis, en efecto, la humanidad creada a imagen de Dios tiene como una de sus características esenciales la división y la complementariedad de los sexos.”
Encontramos en este libro cuatro grandes temas de la pasión del eros:
1.La intensidad del amor.
“estoy enferma de amor.” Cnt 2:5.
“Hallé al que ama mi alma.” Cnt 3:2-4
2. Control
Cnt 8:8-9 y 10.  Ella recuerda lo que decían sus hermanos para protegerla cuando era niña. Y ahora confirma que se ha mantenido fiel para su amado.
También en  Cnt 4:12 y 4:16 ella se reserva para  su amado.
3.Reciprocidad.
Ambos están implicados, ambos inician, ambos reciben. Ambos hablan y se contentan sin vergüenza. Ella:  Cnt 1:13 y 2:9. El Cnt 4:1.
4.Permanencia del amor.
“Hallé al que ama mi alma” Cnt 3:4
Ama la esencia del otro, el tiempo pasa pero se sigue amando con igual pasión. Esto es un misterio.
Cnt 8:6-7 “...porque fuerte como la muerte es el amor.”

Jesús
El Señor subraya el alto concepto que tenía sobre la sexualidad y el matrimonio, respeta las enseñanzas del Antiguo Testamento y agrega su visión. Observa la sexualidad de una manera integral y no sólo los aspectos externos de ella, dice: ”... cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón” (Mt 5:28).
Jesús condenó la lujuria porque rebaja el sexo ya que niega la relación y convierte al otro en un objeto impersonal, en una cosa. El Señor consideraba la sexualidad como algo demasiado bueno.
Jesús también manifestó un alto concepto del matrimonio. En Mt 19:6 responde al acoso de los fariseos que querían tenderle una trampa, diciendo: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por lo tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”. Este es un misterio, que dos seres, sin negar sus individualidades, puedan llegar a ser uno.
San Pablo honró el matrimonio y lo comparó con la relación de pacto existente entre Cristo y su iglesia. Después de citar el libro de Génesis cuando afirma: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne.” (Génesis 1.24). Pablo añade: “Grande es este misterio; mas yo os digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Ef. 5:32).
Hablo de la vida célibe (1Co 7), pero afirma al matrimonio y aconseja la satisfacción mutua de los esposos: “el marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.” (1Co 7:3).
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento se nos hace un llamado a celebrar nuestra sexualidad. El sexo está íntimamente ligada a lo que somos integralmente como personas espirituales.

Análisis psico-teológico de la sexualidad y de la espiritualidad.

La vida espiritual realza nuestra sexualidad y le proporciona dirección; a su vez, nuestra sexualidad provee a dicha vida espiritual que nos es propia una cabalidad terrena.
                                                                   Richard Foster  “Dinero, sexo y poder” p.82

La sexualidad es un dinamismo difuso que incluye a la totalidad del ser humano. Impregna todas las facultades y actividades personales y caracteriza a cada individuo como alguien singular. El hombre y la mujer son seres totalmente sexuados, y, si bien la sexualidad no es el único aspecto constitutivo del hombre, esta tiñe todas las expresiones de su persona, ya sea la capacidad, de sentir de amar de pensar, y también la espiritualidad de la persona.

La espiritualidad:  Es un proceso de crecimiento interior hacia el conocimiento de Cristo guiados por el Espíritu Santo para ser receptores del amor del Padre.
Jesús dijo: “El que tenga sed, venga a mí y beba. De su seno brotarán manantiales de agua viva. El se refería al Espíritu que deberían recibir los que creyeran en El.” (Jn 7:37-38).  Thomas Keating nos acerca al concepto de espiritualidad cristiana cuando comenta estas palabras, citadas precedentemente, que dijo Jesús a sus discípulos: “Por estas palabras, se nos invita a dejar de lado nuestras preocupaciones e ir a Cristo en lo profundo de nuestro ser. Este movimiento y la experiencia que resulta del mismo, son las bases para toda forma auténtica de espiritualidad cristiana.”  Y más adelante agrega: “La experiencia interior está aparejada a la acción. Tiene la misión de ablandar nuestras disposiciones egocéntricas, librarnos de aquello que es compulsivo en nuestra motivación y abrirnos por completo a Dios y a un servicio genuino al prójimo.” ( “El centro del mundo” p. 15)

La sexualidad y la espiritualidad están fundidas en una armonía activa en el Reino de Dios.
Tradicionalmente la sexualidad y la espiritualidad has sido tratados en carriles diferentes por la iglesia, sin embargo esta concepción ha ido cambiando profundamente. Hoy parece imposible una experiencia espiritual válida que no incluya alguna forma de colaboración constructiva de la sexualidad.
Jesús cultivó una sexualidad delicada y sensible con una actitud de comunicación que utilizó para estrechar relaciones amistosas y para expresar su afectividad profunda, como así también para dar testimonio de su intimidad de amor con el Padre. Fue en virtud de su sexualidad que sus contemporáneos pudieron experimentar su humanidad.
Jesús cultivó una particular relación con las mujeres que lo rodeaban con devoción y especial dedicación. Tuvo mayor predilección por María (la hermana de Lázaro) que permaneció absorta a sus pies meditando en sus palabras, que por Marta que se esforzaba por rodearlo de atenciones en su persona física.
La actitud de María era receptiva y fecunda, palabras estas fuertemente ligada a la espiritualidad y a la sexualidad.
Sobre este pasaje dice Thomas Keating: “María de Betania nos da un ejemplo de cómo debemos proceder. En el Evangelio de Lucas leemos que “estaba sentada a los pies del Señor y escuchaba sus enseñanzas” (Lc 10;37). De las observaciones de Jesús en su defensa surge claramente que estaba ocupada en un tipo especial de actividad de mayor valor que la desarrollada por Marta, preparando la comida. María estaba escuchando la palabra de Dios –la persona divina- una realidad más profunda que las palabras humanas entrando por su oído resonando en su imaginación. Estaba escuchando con todo su ser. Su identidad se disolvía en la presencia de la palabra de Dios dentro de ella.”
En el día de hoy, la sexualidad, lejos de ser un problema para un mayor conocimiento de Cristo, es un aspecto de suma importancia en la espiritualidad del cristiano.
Tanto la espiritualidad como la sexualidad tienen aspectos comunes de los que se nutren y enriquecen mutuamente.
Ambos aspectos tienden a la intimidad a través de la apertura “al ser amado” con el cual llegan a unirse por un tiempo fugaz, experimentando la vivencia de estar unidos o fusionados como una sola persona.
La espiritualidad busca la intimidad del encuentro con Dios. A la experiencia mística de este encuentro se le denomina éxtasis. Es un encuentro en el que nos desprendemos de nuestra propia identidad para fusionarnos con nuestro Creador. Esta es una experiencia que no se puede describir con palabras. Es interesante que la experiencia del conocimiento racional de Dios a través del estudio de las Escrituras y de la teología, abundamos en definiciones y clasificaciones, por el contrario, en el conocimiento de Dios movidos por el amor buscando la intimidad con Dios, las palabras no alcanzan para definir lo vivenciado. En ocasiones, para poder expresar la experiencia se recurre a la metáfora, a la poesía o a la música. Experiencia de San Juan de la Cruz cuando escribe las “Coplas del alma que pena por ver a Dios”:

Vivo sin vivir en mí,
Y de tal manera espero,
Que muero porque no muero.

En mí yo no vivo ya,
Y sin Dios vivir no puedo;
Pues sin El y sin mí quedo,
Este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará.
Pues mi misma vida espero,
Muriendo porque no muero.

En la experiencia sexual, el destinatario de la búsqueda de intimidad y encuentro se da parte del hombre o la mujer amada, experimentando ese encuentro en muchos niveles de comunicación, los cuales implican una participación activa de la sexualidad; una caminata compartida, una conversación tomados de la mano, escuchar juntos una música que les trae recuerdos de su amor, como así también las caricias o un beso. Pero este encuentro halla su máxima expresión en la relación sexual, en la que la culminación del encuentro pleno es el orgasmo. La experiencia sexual es una experiencia tan rica que Jesús la utiliza para compararla con las enseñanzas más sublimes de las realidades del Reino, como por ejemplo el amor entre El y la Iglesia.
Como en la experiencia mística del éxtasis aquí también faltan las palabras para poder expresar la vivencia de la relación sexual. Y nuevamente debemos recurrir a la expresión artística en sus diversas formas para poder darle expresión a una experiencia tan profunda. Es consecuencia de esto que un altísimo porcentaje de la literatura, el cine, la música están inspiradas en el amor sexual del ser humano.
La sexualidad y la espiritualidad se enriquecen mutuamente. En la experiencia sexual que es vivida con profundidad y con participación de la espiritualidad, la persona percibe que está en relación con el otro como un “tu”.
La experiencia espiritual nos conduce al  encuentro con nuestro Creador y vivir la experiencia que San Agustín definió con estas palabras: “Mi alma está inquieta  y no encuentra reposo hasta encontrarse en Ti”, o aquellas palabras de Blas Pascal cuando escribe:”En cada corazón hay un vacío que tiene la forma de Dios y que no podemos llenar con nuestros propios esfuerzos.”
Si bien ambas experiencias no están en el mismo nivel de importancia y trascendencia pues llegar a conocer a Dios es el fin último de todo ser humano, pero son experiencias que complementarias y de enriquecimiento mutuo.
La espiritualidad y la sexualidad son experiencias que nos conducen a experimentar la complementación. No hay contradicción entre ambas, sino una relación dinámica y enriquecedora cuando están bajo la gracia y el Shalom de Dios, y en un proceso de continuo crecimiento hacia nuestro Creador.
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