Con el reconocimiento oficial de las carreras de teología que se
dictan en seminarios e instituciones teológicas protestantes en la
Argentina, la teología ha dejado de ser una disciplina de segunda
categoría. Es oportuno aclarar que la referencia tiene que ver
estrictamente con el ámbito protestante o evangélico, ya que
instituciones que pertenecen a la Iglesia Católica han gozado desde
hace mucho tiempo de ese status. En efecto, después de largos
trámites y, seguramente, no pocos obstáculos 1
Ese fenómeno nos coloca a educadores y educandos frente a la
ineludible necesidad de plantear la pregunta: ¿Y ahora qué? De las
múltiples direcciones que ese interrogante puede seguir, propongo
solamente dos: una, tiene que ver con el tipo de enseñanza teológica
que hoy necesitamos al interior de las iglesias y, segundo, las
cuestiones que tienen que ver con la inserción de la teología
dentro del universo de las ciencias sociales.
burocráticos, algunos
seminarios e institutos superiores pueden otorgar títulos
oficiales.
En lo que hace al primer aspecto, me parece que es importante la
necesidad de tener en cuenta, como prioridad metodológica, la
vinculación entre teología y ministerio. Podríamos decir, aun a
riesgo de simplificaciones, que existen dos tipos de enseñanza
teológica. Una, es aquella cuya finalidad es sólo académica,
científica, destinada a formar pensadores, teólogos, exegetas, en
suma, especialistas. No hay problema alguno con ese tipo de educación
teológica ya que es, en muchos sentidos, importante e ineludible.
Pensemos sólo en qué pasaría si paulatinamente desaparecieran los
biblistas, los traductores de las Escrituras y las consecuencias que
de ello se derivarían. Pensemos, también, en qué pasaría con las
iglesias sin teólogos y teólogas, es decir, personas con una fuerte
vocación hacia la articulación de la fe. Es que en la naturaleza
misma de la fe está la reflexión. Como decía San Anselmo “creo
para comprender, porque sino creyese, tampoco comprendería.” La fe
verdadera conduce, inevitablemente, a la reflexión. Porque a la hora
de surgir una pregunta de índole teológica, es decir, que tenga que
ver con Dios, la persona humana, la condición humana, la salvación,
el futuro eterno, entra en acción la reflexión teológica. Y no se
trata de responder simplemente con frases hechas, con clisés, con
fórmulas ya sabidas. Porque así como cambia la cultura, cambia
también la iglesia y cambian las preguntas que se le formulan a la
iglesia. Debe quedar en claro, entonces, que la educación teológica
al mejor nivel profesional, en términos de exégesis bíblica, de
teología sistemática, de historia del pensamiento cristiano es
importante y no debe ser abandonada. Pero, en términos quizás de
mayor “mercado” –si se permite la palabra- es necesario apuntar
a una educación teológica que tome, como punto de partida y de
llegada, los ministerios concretos de la iglesia, su misión.
Solamente una educación teológica que se estructure a la partir de
la vida y la misión de la iglesia concreta puede ser relevante para
el futuro de ella en el mundo. Junto a ello, es necesario que la
teología no descuide la espiritualidad porque ella es la que nutre
la vida de la iglesia, la dinamiza y la ayuda al cumplimiento del
propósito de Dios.
El segundo aspecto que debemos reflexionar tiene que ver con el
lugar de la teología en la universidad, es decir, dentro del
conjunto de otras ciencias. Es sabido de la problemática que
encierra el definir a la teología como ciencia. El debate se remonta
a siglos y podríamos decir que comienza de alguna manera con
Emmanuel Kant. En efecto, Kant dividía la realidad en dos planos: lo
noumenal (la cosa en sí) que tiene que ver con realidades
ultrasensoriales, más allá de nuestra razón, tales como Dios, vida
eterna, cielo, y realidades que corresponden a lo fenomenal, es
decir, aquellas que pueden captar nuestros sentidos y de las cuales
podemos hacer ciencia a través de la razón pura. Pero si la
teología tiene un objeto de estudio y una metodología adecuada para
ello no vemos problemas en que sea considerada ciencia. Como he
expresado en otro lugar: “El problema de la negación de la
teología como ciencia, puede radicar en que se pretende aplicarle
los métodos propios de otras ciencias.”2
Pero el problema de la teología como ciencia no radica solamente en
la poca predisposición de los especialistas en otras ciencias para
su reconocimiento, sino en el lugar que debe ocupar la teología
dentro de la universidad. Aunque el tema es muy amplio, me parece que
es importante tener en cuenta el carácter eminentemente
interdisciplinario de la teología. En otras palabras, que ella no
debe aislarse, abroquelarse, separarse de otros conocimientos y de
otras ciencias. Por el contrario, la teología, si está al servicio
de la Iglesia también lo debe estar al servicio del mundo y, por lo
tanto, sólo podrá prestar ese servicio encarnándose en ese mundo,
en este caso, dialogando con las ciencias, sobre todo sociales, como
la sicología, la sociología, la historia, etc. Para decirlo en
palabras de Hans Küng: “Sólo una teología que se mueve en el
horizonte actual de la experiencia, una teología rigurosamente
científica y abierta al mundo y al presente, puede justificar su
puesto en la universidad al lado de otras ciencias.”3
En conclusión: la teología ha sido aceptada como disciplina y como
carrera dentro del mundo académico de la Argentina. Este es un logro
muy importante para el futuro de ella y, sobre todo, de la iglesia.
La teología ha dejado de ser la Cenicienta dentro de otras ciencias
para ser una disciplina tan válida como otras. Sólo cabe ahora, a
educadores y educandos, proyectar una educación teológica que
responda a la necesidad de la iglesia y su misión propendiendo,
también, a una integración de ella en el universo de otros
conocimientos. Sólo así este paso importante tendrá un sentido
válido y, sobre todo, un futuro.
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Dr. Alberto Fernando
Roldán. Director de Programas Pastorales de la Facultad
Internacional de Educación Teológica (FIET) y profesor de teología
sistemática y fenomenología de la religión en varios seminarios de
la Argentina.
Buenos Aires, 11 de octubre de 2002
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1
Podemos en este sentido citar a dos instituciones: el Instituto
Universitario ISEDET y el Seminario Internacional Teológico
Bautista de Buenos Aires.
2
Alberto F. Roldán, Para qué sirve la teología? Una respuesta
crítica con horizonte abierto, Bueos Aires: Fiet, 1999, p. 34.
3
Hans Küng, Teología para la posmodernidad, trad. Gilberto
Canal Marcos, Madrid: Alianza Editorial, 1989, p. 162.