Yo era pastor cuando se publicaron esos libros, y uno de nuestros miembros era un ingeniero de IBM. Él leyó el libro y me regaló una copia. Él me dijo: “Tienes que leer este libro. Soy tipo A y tú también”. Leí el libro y tenía razón. Tenía una personalidad tipo A. Después de leer el libro prediqué un sermón titulado “¡Jesús era tipo B!” Todos las personas con alto desempeño son tipo A, pero no todos estos son casos de estrés. ¿Por qué no?
Dios nos ha diseñado para poder hacerle frente a una cierta cantidad de estrés. Cuando las presiones suben, nuestras glándulas suprarrenales responden secretando hormonas como el cortisol en el torrente sanguíneo, algunas veces se conoce esto como una liberación de adrenalina. Es nuestra respuesta natural, de pelear o correr, ante los desafíos de la vida. Cuando la presión se vuelve demasiada, el estrés se convierte en angustia, nuestro sistema decae, y nos enfermamos físicamente. El cuerpo no puede mantener tal ritmo de cambio. Pero eso es sólo el punto de vista fisiológico. ¿Por qué dos personas pueden estar sujetas a la misma cantidad de presión externa, y una no puede hacerle frente, mientras que la otra persona se sobrepone al reto? ¿Es porque uno tiene glándulas suprarrenales superiores? Habrá algunas diferencias físicas entre los dos, pero esa no es la principal explicación de por qué uno puede enfermarse y el otro no.
La principal diferencia entre los dos no son sus glándulas, sino la forma en que mentalmente responden a su entorno. Las personas no son simplemente conformadas por su entorno. Sus respuestas están determinada por lo que creen acerca de sus experiencias, y cómo perciben su entorno. La mente es el centro de control, no las glándulas. Mostraré cómo funciona esto de manera práctica esta semana.
Dr. Neil Anderson
fuente: http://ficmm.org/blog/2013/04/