Retengan lo que es bueno 1 Tes. 5.21

18/5/17

Una manera dialógica de construir – Fabián Rey

Reacción a las ponencias de Violencia Familiar y Eclesial

Estamos implementando una modalidad nueva en la FTL (Cba.), aunque no novedosa de la actitud dialógica que siempre caracterizo nuestras reuniones.

En ese marco conversacional quisiera plantear mi reacción a lo escuchado en tres tópicos:

1. Elementos para profundizar.
2. Elementos en desacuerdo y preguntas.
3. Elementos no contemplados.

1. Uno de los elementos a profundizar es el temor e hipocresía con que nos movemos tanto en las iglesias como en las familias, con respecto a la violencia explicita o implícita de la cual muchas veces somos testigo, transformándonos en cómplice por silencio.

Un tema más global es la exclusión social, una violencia disimulada, con sus distintas facetas posmoderna, el dolor y la fealdad que queremos ver indiferente, pero no hablar de ello. Esto trae como consecuencias impotencias para vivir, que genera grados de violencia expuesta superlativas, y son doblemente condenados por la violencia implícita, impuesta por quienes ostentan el poder (llámese Estado, iglesia, padres...) sumándose la represión y reacciones de los espectadores. Un ejemplo de esto sería los niños de la calle cuando intentan limpiar los parabrisas de los automotores, o en la iglesia cuando miramos con recelo a una trabajadora de la calle, que por cierto no es fácil que se acerque.

La violencia vende, nosotros consumimos. La violencia es una opción mercantilista de nuestro tiempo muy lucrativa, en sus distintos escenarios de ficción o realidad. Me pregunto ¿Estamos empachamos con observar tanta violencia mórbida?

El poder como el factor principal para ejercer la violencia, frente los indefensos, los niños, los nuevos en la fe, las mujeres..., del poder es de algo que no queremos hablar en los ámbitos eclesiales o familiares, y es la mejor forma de reforzar ciertas hegemonías.

Los mitos, sostenedores de un contexto violento, no se lo puede desmantelar sin ofrecer otra cosa, cuando derribamos un mito tenemos que llenar ese vacío, construir una nueva creencia, que entendamos que será más lozana y menos violenta. Por lo tanto no basta con solo destaparlo.

Por otro lado, en la búsqueda de un horizonte frente este flagelo poder lograr ciertas vías que nos conduzcan a estaciones más saludable, comparto especialmente el sentido de resiliencia, y lo reforzaría con el caos y nuevo orden, tenemos que aprender a crear a partir el desorden innovadoras posibilidades generadoras vida abundante.

2. Estoy de acuerdo que nada justifica la violencia, pero tendríamos que decir también, que nada justifica el dejarse violentar, y menos aun nada justifica el ser testigo morbo de tal situación con la premisa de “no te metás”.

Por lo tanto no solo tendríamos que expresarnos en términos lineales, agresor / agredido, sino en términos circulares, hablo entonces de “acto de violencia”, de todas maneras queda claro que si hay alguien que quiere revertir esto no es quien tiene el poder, sino quien recibe el abuso. En esta dialéctica del amo/esclavo uno tiende a pensar que es el esclavo el que querría salir de la situación, aunque sabemos que no siempre se da esto, pues no solo el tánatos quiere destruir hacia el exterior, sino también hacía si mismo. Tener conductas que le inflijan castigos.

El acto de violencia muestra claramente, que entre ambas partes mantienen la agresión, por un sentido tenebroso de seguridad y protección, por miedos, o por una actitud de amor y caridad cristiana mal comprendida.

Por esto me parece, son los testigos, no de piedra, los que posibilitan un poder alternativo, que rompa el circulo de violencia, que enfrente con maneras nuevas las situaciones, para construir realidades diferentes.

Estoy de acuerdo que tanto la iglesia como la familia son instituciones, con alta resistencia al cambio, tienden a conservar su manera de ver el mundo, pero no necesariamente, el enrolarse entre los progresistas implica renovación y creatividad, pueden ser solo cambios de formas, de estilos discursivos, que apañan viejos problemas, como dice el aforismo “cambiar todo para que nada cambie”. Es decir el abuso y la manipulación, son ejercicios nocivos tanto en iglesias progresistas o conservadoras, en familias tradicionales o modernas, en pobres y en ricos.

Comparto con ustedes algunos interrogantes:

¿Es posible pensar amar sin odiar, crear sin destruir?
¿Es posible pensar una generación no violenta en un mundo violento?
¿Es posible decir que la invocación del nombre “cristiano”, proteja contra los malos agüeros de la violencia?
¿Es posible trabajar la dinámica de la violencia (familiar, eclesial) desde el buen trato?
¿Es posible pensar en un poder alternativo para desenmascarar el ejercicio de la violencia?

3. Es un tema amplio y con diversas aristas, me interesa poner solo otra margen en este relieve, quizás con cierta ingenuidad, pero entendiendo que nos movemos en un mundo que las palabras crean realidades.
El maltrato como manera de interactuar, que opera de tal manera que algunas de las partes se sienten descalificadas o negadas en su existencia, con lo cual provoca ruptura de todo dialogo posible.
En este espacio, es permisible pensar en la comunicación noviolenta (CNV), como una construcción de relaciones salutíferas, donde el ceder no implique desaparecer, donde la discusión de ideas no involucre el aniquilamiento del otro. Donde la resolución y mediación de conflictos ofrezca que todas las posibilidades, la de cada uno, sean valoradas por igual, que respondan a nuestras necesidades y al ecosistema que habitamos.
Lograr hacer de esta historia de violencia una narración que nos abra puertas que promuevan un buen trato, será una tarea continua.

“Dichosos Los Que Trabajan Por La Paz, Porque Serán Llamados Hijos De Dios” Mt.5:9 (NVI)

1)Noviolencia, es un neologismo para que sea contundente la diferencia, es decir que una sola palabra sea antagónica de la violencia. Entiendo que esto provoca una nueva concepción de la comunicación noviolenta (CNV)

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